Tejer puentes para reconstruir la enseñanza
Imagen: Archivo personal
Por Gabriela Citlahua Zepahua
La educación para la población indígena siempre ha sido un tema para después, ¿y cómo no va a serlo si lo prioritario es el despojo? A pesar de lo mucho que los pueblos originarios hemos insistido en que la educación impartida por el Estado sigue siendo colonizadora, racista, elitista, que usa la violencia epistémica como método para “educarnos”, parece ser que no hay oído del otro lado.
Recuerdo mis días en la primaria, cuando a mis compañerxs y a mí nos regañaban o jalaban de la patilla cada que hablábamos náhuatl porque la maestra pensaba que nos decíamos palabras groseras. También recuerdo cuando presté servicio social dando clases a niñxs de preescolar y las mamás y papás de lxs niñxs me citaron a reunión para pedirme que dejera de enseñar en náhuatl a sus hijxs, porque temían que cuando entraran a la primaria no comprendieran los contenidos, ni podrían entenderse con su maestra además de la discriminación que seguramente vivirían en la ciudad cuando salieran a ofrecer sus productos.
Mucho tiempo y muchas cosas más tuvieron que pasar para que yo pudiera comprender lo que los pueblos indígenas estamos enfrentando. Desde hace tiempo me encuentro con integrantes de distintos pueblos y gente que habla de lo que está ocurriendo con el servicio educativo. La queja es la misma: falta de pertinencia cultural, falta de reconocimiento de los conocimientos ancestrales de los pueblos, capacitación de lxs docentes, materiales en lenguas indígenas, la pésima infraestructura de las escuelas instaladas en nuestros territorios… y así va la larga lista de lo que queda a deber el Estado mexicano.
Generalmente llegamos a la conclusión de que estamos ante un problema sistémico, estructural y que, a pesar de los acuerdos internacionales y políticas públicas que se han ido planteando, hace falta voluntad política para erradicar estas problemáticas y brindar un servicio educativo de buena calidad y coherente para nuestros pueblos.
Entonces, ¿existe la posibilidad de transformar al sistema educativo? ¿Acaso lograremos que la educación indígena para nuestros pueblos algún día sea propia? Me temo que yo no veré esto, pues incluso pienso que el desplazamiento cultural y lingüístico se está acelerando y que posiblemente me toque estar viendo a la última generación de infantes hablantes del náhuatl en mi comunidad.
Sin embargo, a pesar del panorama ácido que hay para nosotrxs, muchxs hemos llegado a espacios que no se habían siquiera considerado, esto ha permitido que nuestra voz se escuche con más fuerza. Pero, pasar por el sistema educativo tiene sus costos y hemos visto como nuestrxs hermanxs salen a estudiar y ya no regresan o regresan cambiadxs.
Desde hace algunos años, lxs abuelxs de mi comunidad hablan de que a lxs jóvenes nos ven ir a la escuela, pero ya no nos ven regresar a las faenas ni a las asambleas comunitarias, porque en la escuela aprendemos a mirarnos como unx nada más y no, como decimos en náhuatl, todxs en unx. Y es que la visión de nuestros pueblos va de otra forma, aquí no sabe más el que tenga muchos títulos en mano, sino el que con la mano demuestra lo que sabe, sin pronunciarse, porque es el pueblo quien dice para qué es buenx cada unx.
Si hablamos de los contrastes que hay entre lo que las comunidades originarias entienden por educación y lo que el Estado busca implementar a lxs educandxs, me pregunto si vale la pena insistirle al Estado por educación para nuestrxs hijxs. Hay desde cosas “simples” como la organización dentro del aula: que para nosotrxs sentarse dando la espalda a otrx implica cargar con su sol/su energía y no podemos mirarnos a la cara cuando hablamos, por eso es que nos sentamos en círculo, así sí podemos vernos a la cara siempre. Por otro lado, en la escuela tenemos que sentarnos en hileras para no “distraernos” mientras se nos da la clase. Eso también me recuerda que en náhuatl la palabra para “aprender” es momachtia y se compone de un prefijo reflexivo (mo-) que indica que la acción se ejerce en unx mismx, seguido de la raíz (machtia) que es la misma que se usa tanto para “enseñar” como para “aprender”. Esto nos da idea de que para nuestro pueblo la enseñanza no es solo para quien está frente a grupo, sino para todas las personas que están involucradas en el proceso (maestrx – estudiante).
Después de las charlas con lxs abuelxs, empezamos a notar que dentro de nuestros pueblos existen muchos espacios de formación y que conllevan sus propias estructuras y métodos. Por lo que pensar en un sistema educativo propuesto por nosotrxs para nosotrxs es posible y urgente. Para esto necesitamos regresar a nuestras comunidades y reconstruir estos espacios de formación, establecer puentes entre la infancia y lxs abuelxs, para que circule el conocimiento y sigamos sembrando nuestra palabra. Mantener el lazo intergeneracional nos permitirá resistir y combinar perspectivas para contrarrestar el desplazamiento cultural y lingüístico, de este modo, poder fortalecer la identidad colectiva para confrontar el despojo que viven nuestros pueblos.
Retrato de la autora: Archivo personal
2 comentarios
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Felicitaciones a Gabriela Citlahua por este hermoso proyecto comunitario que promueve el rescate de su lengua, las tradiciones y valores de su comunidad. La educación como bien lo menciona ella, no debe cambiar a las personas, debe nutrirlas, arraigar su cultura y mantener su esencia viva para las futuras generaciones.
Sentarse sin dar la espalda, habla de lo importante que es dar la cara, mirarse a los ojos unos a otros y escuchar; hoy en día esta acción parece olvidada.
Fundamental el conocimiento de los abuelos!!
Parece que despojo es el concepto clave. Gracias por hacerlo notar y compartirlo desde su visión. Sin él, difícilmente entenderemos la importancia de una identidad colectiva: todxs en unx. Cuando despojamos, nos auto despojamos.