El grito de la tierra
Foto: Antonio Turok. Ejido la Quesera, Huexca, Morelos
Por Teresa Castellanos Ruiz
La tierra es indispensable. Si sembramos la tierra, nos damos cuenta que gracias a ella comemos, gracias a ella tenemos maíz y frijol. En la mesa de los mexicanos hay calabaza, cebolla, chile, jitomate, arroz, maíz elotero, ejote y muchas cosas más. La tierra es la madre que nunca nos deja sin comer, es portadora de vida. Sin ella no podríamos vivir, tenemos que cuidarla para seguir viviendo, no podemos seguir pensando en explotarla para beneficio de algunos cuantos. Tenemos que entender que somos sus huéspedes y, ya que nos da la oportunidad de vivir en ella, hay que ser agradecidos. Cuando nuestro cuerpo muere, ella nos recibe y nos invita a reposar dentro, nos abraza y, ya en sus brazos, entramos en descomposición para después llegar a ser polvo.
Al sentir la tierra, nos damos cuenta que algo tan polvoso, algo que el aire puede desvanecer con gran facilidad puede llegar a tener tanto poder: el campesino la empieza labrar, la prepara, inserta la semilla y de repente lo que empieza a germinar se convierte en algo vivo que dará de comer a alguien para mantenerlo vivo también. En las entrañas de la tierra existe otra vida, el agua que emana de ella; tierra y agua en conjunto hacen maravillas. La tierra es similar a la mujer, no importa cuánto daño le hagamos, ella siempre sacará fuerzas para proteger a sus hijos y no los dejará sin comer.
Como una madre, la tierra también nos regaña cuando se enoja y nos demuestra el poder que tiene; nunca se muestra débil porque sabe que tiene que demostrar esa fortaleza, llora cuando tiene que llorar porque también siente, es sensible y delicada. En muchas ocasiones no lo entendemos, sólo una madre sabe el dolor que le ocasionan los hijos y nunca dirá cuál de sus hijos le provocó ese sufrimiento. Ella sabe que, cuando sus demás hijos se den cuenta, discutirán y pelearán porque no todos los hijos tienen el corazón duro. Quienes nos damos cuenta de todo el maltrato que le hacen algunos a la tierra sentimos dolor, entonces protestamos, gritamos y tratamos de defenderla. Nos duele cada golpe que le dan, lloramos impotentes, somos perseguidos, pero aun así seguimos diciendo que paren, que la están matando, que la están violando y que la destruyen. Los hijos que nos damos cuenta somos muy pocos.
A la tierra le destruyen sus cerros, los desgajan, le extraen los minerales que le dan vida, le quitan sus árboles que son los que la mantienen firme y le secan sus mantos freáticos. Cuando miro hacia el horizonte, veo cuánto amor hay en esta madre tierra, veo cómo los pájaros bajan y en sus picos llevan lodo para hacer sus nidos, veo cómo los armadillos se refugian en los agujeros que hacen y viven ahí dentro de la tierra, veo a las abejas que hacen sus panales en el suelo, las lagartijas que corretean sobre la cara de la tierra. Todo eso es para mí la madre tierra, es vida, amor, coraje y ternura. Miro también a los niños que juguetean en el lodo cuando empieza a llover y se hacen los charquitos; entonces recuerdo que, cuando yo era niña, me gustaba jugar con tierra; mis hermanas y yo juntábamos tierra en botecitos de fierro y, ya que teníamos un montón, le hacíamos un hueco con el codo, después le poníamos un poco de agua y cuando ésta se compactaba con la tierra o se consumía, le metíamos la mano en la parte de abajo con mucho cuidado y así formábamos algo que según eran nuestras cazuelitas, jugábamos a venderlas.
Todo esto era muy bonito, la tierra nos enseñaba a estar unidas. Nosotras somos parte de esta madre tierra y es nuestra responsabilidad protegerla, si es preciso, con nuestra propia vida. Mi compromiso es por la vida. Nuestra madrecita nos enseña cómo crear vida: los ciruelos, las flores del shompantle, en estos tiempos de lluvia la tierra se empieza a llenar de mariposas, es una belleza.
Sin embargo, hay tanto qué decir sobre esta comunidad llamada Huexca, en el Estado de Morelos. Aquí sembramos maíz, sorgo, cebolla, chile, berenjena, melón y jícama. Desgraciadamente, con el proyecto de la termoeléctrica que instalaron en nuestro territorio y, aunque no esté en funcionamiento aún, le han quitado nutrientes a la tierra. Con sólo hacer las pruebas de la termoeléctrica, lastimaron mucho esta tierra y mi corazón se siente también lastimado. La tierra es un espíritu que tenemos que cuidar; se parece a una mamá que recién dio a luz y quedó débil, así también la tierra está débil porque da mucha vida pero en vez de nutrirla, la han explotado y eso no es justo. Tú que me lees, ayúdanos, no dejes que la destruyan, defiéndela así como protestas cuando violan a nuestras hermanas, así también protesta por la tierra, porque es mujer y está siendo violada a cada momento. Tal vez no la estás mirando, tal vez no te diste el tiempo para bajar tu mirada y rescatarla.
Hoy, nuevamente quiero reafirmar que la tierra es una madre. Como una respuesta a todo lo que hacen en contra de ella, se han formado socavones como indicadores de defensa. El robo de agua, el saqueo y proyectos como el gasoducto impuesto a nuestro territorio han atado a la tierra; ahora su grito es muy fuerte pero apenas está siendo escuchado. Nuestra madre tierra está tratando de proteger a sus hijos gritándole a los capitalistas y a los entreguistas: “ya dejen de destruirme”.
Foto de la autora: Antonio Turok. Huexca, Morelos
1 comentarios
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Que bellas palabras, muchas gracias por compartirlas.
Desde Bonn, Alemania, también nos comprometemos a luchar por la vida y defender a nuestra madre Tierra.
#SamirVive