Paz en la Montaña
Imagen: Josefina Prudente
Por Josefina Prudente Castañeda
Kuaándo ndiído ta’áyo na nivi se’é yivayoo Ndasavi
Saludo a todos nuestros hermanos hijos de nuestro Dios Ndasavi. Cuando escuchamos la palabra paz nuestras esperanzas se pierden en el limbo, éste es uno de los tantos pensamientos que puede tener una mujer na savi cuando su pueblo, su gente y sus hermanas na savi están siendo masacradas en las montañas de uno de los estados más pobres de México, Guerrero. Lastimosamente a quién le podemos importar si nuestra misma gente nos vende o nos mata.
Mi nombre es Josefina Prudente Castañeda, soy indígena mixteca de la Montaña Alta de Guerrero en México y mi lucha es contra la violencia de las mujeres indígenas, en particular las mujeres de mi cultura. Ser mujer es un peligro pero lo es más siendo indígena; sin conocer tus derechos la gente que tiene poder sobre ti ejerce diversas violencias. Durante mi recorrido por este plano terrenal, he visto muchas injusticias que me duelen y me causan impotencia. Sobre todo por que en nuestros pueblos no se respira paz; los gobiernos se enfocan en la búsqueda del poder, visitan nuestros pueblos, hambrientos de poder, y nos prometen cosas que nunca llegan a mirar nuestros ojos; jamás nos mencionan como mujeres importantes para nuestra sociedad. Lejos de mi pueblo, he reflexionado acerca de las oportunidades que la vida me ha dado para poder hacernos escuchar. Ya basta de toda la masacre que está sucediendo en nuestros pueblos, basta de muertes que no se exteriorizan. En la Montaña de Guerrero, muchas niñas son vendidas al mejor postor debido a la gran pobreza que existe; sin medir las consecuencias las venden muchas veces sin saber que las vidas de estas niñas, por muchas circunstancias, corren gran peligro.
Hoy en día, radico en lo que han llamado la capital del mundo, es decir, Nueva York. Desde aquí, día con día trabajamos con un pequeño grupo de mujeres na savi para aprender de nuestros derechos y defendernos no sólo de los opresores que tenemos en nuestras casas si no también de la sociedad, del capitalismo, de la violencia de género, y de aquellos hombres que nos ponen el pie y no nos dejan caminar.
Nosotras experimentamos la paz cuando nos unimos como hermanas y luchamos por la vida, por nuestra gente, por nuestras tierras y por nuestro pueblo. Es en estos espacios colectivos de mujeres en donde hay un rayo de esperanza que nos mantiene cada día trabajando, para que algún día seamos respetadas TODAS las mujeres.
Recordándoles a todas que mi lucha debería ser tu lucha, me despido.
Ndios na koo xiíndo. Dios con ustedes.
Retrato de la autora: Archivo personal
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