La alimentación sostiene la vida y define a la especie humana porque preparar e ingerir alimentos es una de las actividades sociales más fundamentales de nuestra existencia. La alimentación liga indisolublemente a las personas y el entorno natural en el que se han desarrollado. Pocos procesos evidencian de manera tan patente el mecanismo mediante el cual la interacción de las sociedades con la naturaleza genera eso que llamamos cultura. Digerimos la vida que nos provee el entorno natural para mantenernos vivos también, alimentarnos de vida nos recuerda que somos vida, que somos naturaleza humana.
Siendo así, la alimentación se ha vuelto un espacio en el que se disputan procesos históricos, políticos y sociales; una radiografía sobre el proceso mediante el cual se alimentan las sociedades y los valores culturales y rituales asociados a ese proceso nos revelan una parte importante del espíritu de un pueblo. En el sistema actual, en el que el capitalismo con su poder abarcador se ha metido a las cocinas y a las bocas de una buena parte de la población mundial, existen también espacios en resistencia que se oponen al proceso mediante el cual se crean alimentos como productos manufacturados que, aunque son digeribles, no nutren y nada dicen de la relación con el entorno natural en el que fueron creados: más que alimentos se trata de mercancías comestibles sin valor nutricional alguno. Al igual que el antropólogo Marc Augé caracterizó el no-lugar como un espacio propio del capitalismo tardío en el que vivimos, se puede hablar de los productos ingeribles de este mismo sistema como no-alimentos.
En los espacios en resistencia a la agroindustria y a las mercancías comestibles, las mujeres juegan un papel primordial como herederas de saberes antiguos en los que se haya la clave que conjura los peligros de la alimentación capitalista. Desde esa resistencia, es posible leer y ver en este número de Tzam diez acercamientos de mujeres de diferentes pueblos indígenas a un tema tan fundamental como problemático en la actualidad: la alimentación. Pasen a visitar y a escuchar sus voces.
Pueblo zapoteco
La alimentación está directamente ligada a las costumbres y cultura de un pueblo
Pueblo tsotsil
Cham li sat vo’e, la smilik
xchi’uk tey laj batel li kuxlejale.
Un manantial ha muerto, lo han asesinado
y con ello una historia se desvanece.
Pueblo zapoteco
Fue el rol de ser mujer en mi pueblo lo que me llevó a la cocina y, con el tiempo, a la necesidad de tomar la alimentación como el acto comunitario más político y elemental, con el que me he mantenido y he visto mantenerse a mi comunidad.
Pueblo mixe
La Tierra-Madre y el Mundo-Padre germinan vida, la vida habla en espiga y en jilote y la humanidad cosecha maíz o huitlacoche.
Pueblo purépecha
Yo soy cocinera tradicional y en mi trabajo voy rescatando e innovando platillos que me enseñaron los abuelos.
Pueblo zapoteco
Nací hace más de 40 años en una familia campesina tradicional en la que, además, la tradición era tener muchos hijos. De siete hermanos yo fui la menor.
Pueblo tsotsil
La buena forma de alimentar a los menores es muy diferente y distinguible en cada comunidad.
Pueblo zapoteco
La variedad de tortillas que existen sólo es el reflejo de lo diversos que son los mundos del maíz.
Pueblo nahua
Las personas indígenas sembramos nuestro propio alimento: frijol, chile, tomate criollo, ajonjolí y lo más importante, el maíz.
Pueblo maya
Desde los años 80 las semillas de maíz nativo han sido desplazadas por los maíces híbridos, las milpas se fueron perdiendo para producir en mecanizados cultivos como sorgo, soya y maíz de las empresas.