Por Griselda Rentería Álvarez
Si el reproductor no funciona, click aquí o en el botón de ventana emergente.
Retrato de la autora: Matías Valenzuela Esteban Reyna
Si el reproductor no funciona, click aquí o en el botón de ventana emergente.
Retrato de la autora: Matías Valenzuela Esteban Reyna
Si hay un instrumento ideológico utilizado en contra de los pueblos indígenas del mundo por parte de los estados-nación han sido los proyectos de educación formal a los cuales han sido sometidas las naciones originarias. Estos proyectos han sido envueltos en los discursos de la cultura, del progreso y de la civilización para ocultar sus amargas y verdaderas consecuencias. En muchos casos, estos proyectos han representado “caballos de Troya” perfectos para sembrar dentro de las comunidades la semilla explosiva e hiriente de la aculturación. Una vez que los sistemas de opresión han condenado a nuestros pueblos a la pobreza y a la miseria, la educación escolarizada y formal se nos presenta como el alivio de esos mismos males, ¿quién se podría oponer a tan noble labor?
Sin embargo, despojados de estos discursos, los proyectos educativos, particularmente en México, han servido de instrumento para desaparecer las lenguas y culturas de los pueblos originarios. La castellanización forzada a la que fue condenada la población indígena fue el medio para integrar y desaparecer nuestras lenguas. Sin la escuela como proyecto de aculturación resulta difícil explicar la creación de la nación mexicana como una entidad que se desea homogénea y mestiza.
Con esta problemática estructural de fondo, las mujeres indígenas que escriben y crean sobre la semilla de la educación nos brindan un caleidoscopio de experiencias y reflexiones que plantean cuestionamientos profundos sobre lo que el sistema educativo ha significado históricamente para nuestros pueblos y, en particular, para las mujeres indígenas; además de hacer esta crítica plantean también horizontes y experiencias esperanzadoras para convertir los proyectos educativos en herramientas de liberación. Cada una de ellas habla del sistema educativo, del papel de las lenguas indígenas dentro de este sistema, de modelos alternativos, de propuestas de formación crítica para jóvenes migrantes, de educación musical y también de educación sexual. Desde sus creaciones y palabras, la educación se resignifica como un campo de lucha y de esperanza.
Me he permitido soñar,
cuando creo que, algún día,
ninguna mujer tendría
que frenar su caminar.
Imagen: Hugo Andrade González
Me he permitido soñar,
cuando creo que, algún día,
ninguna mujer tendría
que frenar su caminar,
y menos por ignorar
o no saber que es un hecho
que tenemos el derecho
a la educación sexual,
de una manera integral,
sin más caminos estrechos.
.
Se piensa que es suficiente
una lección en la escuela;
es la llama de una vela
ante un sol resplandeciente.
Aún es tan deficiente
la información que es visible.
¿Cómo es que ha sido posible
permitirle su fracaso?
Para algunas es escaso,
para otras inaccesible.
.
Yo no quisiera que más
mujeres, vivan pensando
que deben ir ocultando
las dudas que traen detrás,
o culpar a las mamás
y responsabilizarlas,
de los consejos y charlas
sobre nuestra educación,
si la poca información
siempre han querido negarla.
.
No debería sentir pena
cuando de mi cuerpo hablo,
porque no es tema del diablo,
porque no busco condena.
Quiero romper la cadena
que impone la sociedad,
conociendo la verdad
que nos ha sido negada;
consciente, libre, informada
vivir mi sexualidad.
Retrato de la autora: Archivo personal