Si hay un quiebre que se establece entre las diferentes y diversas concepciones de las culturas del mundo y la cultura occidental es el tratamiento con el que se relacionan con la tierra. El sistema hegemónico actual ha favorecido una lectura en la que la tierra se convierte en un gran otro susceptible de convertirse en mercancía. Separada de la humanidad y de la cultura por una tradición racionalista, la tierra y todo lo que en ella vive es traducida del idioma del bien común al lenguaje del recurso natural, la tierra se vuelve insumo que alimenta al mercado. La premisa es tan irracional, utilizando una noción occidental, que el planeta está recordando activamente que la humanidad es también ecosistema. El mayor reto que enfrentamos ahora es la emergencia climática que pone en peligro la vida y hace aún más contrastantes las opresiones sociales. Pero la maquinaria no para y, ahora, los intereses del sistema económico muestran un interés indignante en los territorios de los pueblos indígenas que resguardan gran parte de lo que han llamado reservas naturales. No es de extrañarse entonces que uno de las principales problemas que enfrentan en la actualidad las naciones originarias del mundo son los proyectos extractivistas, proyectos contra la tierra.
Podríamos narrar la historia de los diversos pueblos que habitan este territorio que hoy llamamos México a través de la defensa que han hecho de la tierra y el territorio desde hace quinientos años, pasando por el establecimiento del orden colonial y de la democracia liberal del estado mexicano hasta llegar a la actualidad. La tierra y el territorio son los ejes de la vida de los pueblos. Desde diferentes voces y contextos, escritoras y creadoras indígenas reflexionan y se encuentran con la tierra en la palabra, en el verso, en la fotografía, en el barro y en el sonido. A través de sus experiencias con la denuncia, con la defensa y con la investigación, cada una evidencia la enorme y fundamental importancia de un tema que en sí mismo explica revoluciones, rebeliones y resistencias. La tierra es vida y todo lo atraviesa. Dialoguemos pues con ellas: tierra y mujeres.
Pueblo zapoteco
Vamos a juntarnos todos
Vamos a bailar al son de la calenda
Vamos a dejar que la música nos atraviese los huesos
Pueblo zapoteco
Mi pieza representa la vida y la muerte, los cuatro rumbos: fuego, aire, tierra y agua; la forma del bule representa el vientre que da la vida.
Pueblo zapoteco
Pieza ancestral utilitaria, se usa en ceremonias para hacer limpias y sahumar a las personas, el Quetzalcóatl representa la fertilidad de la naturaleza: los cambios nuevos y buenos.
Pueblo nahua
La tierra es indispensable. Si sembramos la tierra, nos damos cuenta que gracias a ella comemos, gracias a ella tenemos maíz y frijol. En la mesa de los mexicanos hay calabaza, cebolla, chile, jitomate, arroz, maíz elotero, ejote y muchas cosas más. La tierra es la madre que nunca nos deja sin comer, es portadora de vida.
Pueblo mixteco
Cuando se habla de tierra, lo primero que viene a mi memoria son los relatos del abuelo, el papá de mi papá, quien recorrió y conocía, uno a uno, los linderos de nuestro pueblo, allá en tierras Ñuu savi.
Pueblo comca’ac
Hant iti aayai quij ziix quih quisax cmaam isxeen o’azi quiixquim quih tax cmiis ihá,
iizáx ox he miaam haayaquej cöi
Mi tierra es el vientre que nos engendró,
Así fue como me enseñaron los abuelos
Pueblo mixe (ayöök)
Yë it yë naax
jöma ëts ntena ntsïïna…
En esta tierra
del mundo en que habito…
Pueblo rarámuri
En el mundo rarámuri todo está conectado con todo. Aquí no existe división entre las cosas, el territorio rarámuri es todo, hasta donde se alcance a ver. Hace algunos años vivíamos libremente: en tiempo de calor la gente subía a la parte alta a pasar la temporada y en tiempo de frío bajaba a las barrancas.
Pueblo zoque
Si algo caracteriza a Chimalapa, la tierra que habitamos los angpøn (zoques), es la abundancia de aguas y ríos. Más de 594 mil hectáreas de bienes comunales compartimos las comunidades agrarias e indígenas de San Miguel y Santa María.
Pueblo zapoteco
Mi abuela traía semillas desde casa. Las enrollaba en calcetines para poder cruzarlas a los Estados Unidos dentro de su equipaje.