Desde cierta tradición, el trabajo se ha ubicado como el motor fundamental que media entre la humanidad y la naturaleza, un motor que, dentro del capitalismo, se convierte en un proceso que se aprovecha de la fuerza de las personas, para convertir los bienes comunes naturales en mercancía y concentrar la riqueza en unos pocos. Desde otras tradiciones, el trabajo se reclama como el medio, festivo en muchas ocasiones, para hacer posible la vida mediante un esfuerzo que se realiza en común. De un lado tenemos el trabajo comunal que resuelve los problemas de la vida (un incendio, un deslave, una inundación) o que hace posibles deseos colectivos (una milpa comunal, la construcción de un edificio escolar o un área deportiva); del otro lado tenemos el trabajo asalariado en el sistema capitalista que arrebata los frutos del esfuerzo, despoja y esclaviza.
En medio hay una gama de fenómenos y posibilidades. En el punto que va de un extremo a otro, los pueblos indígenas han mantenido el trabajo festivo para cumplir deseos colectivos y resolver los problemas que la vida plantea pero por el otro, la explotación, el racismo y el despojo ha enfrentado a estos pueblos con la realidad del trabajo asalariado que se inscribe en la lógica del capitalismo. Desde los pueblos o’dam, ayuujk, mazateco, zapoteco, nahua, tsotsil, mazahua y totonaco nos llegan reflexiones, en forma de texto, poema, canción o imagen, de diez mujeres indígenas que se centran en el primero de los 13 temas, enunciados como demandas, en la Primera Declaración de la Selva Lacandona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional: el trabajo.
La mirada occidental ha elegido a los varones como personas asalariadas, obviando, menospreciando e invisibilizando el trabajo de las mujeres que sostiene a las comunidades. En las reflexiones sobre la primera de las trece semillas, son las mujeres de diversos pueblos indígenas las que hablan sobre el trabajo en contextos de violencia, sobre el trabajo de las mujeres indígenas trabajadoras del hogar, sobre el trabajo en el campo, sobre el trabajo de la palabra en el periodismo y sobre los contrastes que van del trabajo comunal al trabajo asalariado, sus tensiones y horizontes. Son las mujeres que aquí siembran la semilla de su palabra en este primer surco.
Pueblo o’dam
“Gu Juan tu juan” es una frase que leí muchas veces en los pocos librxs en o’dam que llegaron a mis manos cuando era niña. Gu Juan tu juan es un juego de palabras, una rima. Gu Juan tu Juan es Juan trabaja. Gu Juan tu Juan. Gu Juan trabaja. Gu Juan. Tu Juan. Mi Juan.
Pueblo ayuujk
Te’n wyä’änt ku ojts ja Honorato
Kajaanaxy ja än yakyëjk
Dicen que a Honorato
el sol ennegreció su piel
Pueblo totonaco
“En casa”, así le decimos nosotras, cuando nos preguntan en qué trabajamos. Aunque por ahí vamos aclarando que, cuando decimos “en casa”, nos referimos a las casas que no son nuestras.
Pueblo zapoteco
Cuando se habla de trabajo entre las zapotecas del Istmo de Tehuantepec, inmediatamente me viene la imagen del ra racadxiiña’ cuya traducción al español, de manera literal, sería “el lugar del trabajo comunitario”.
Pueblo ayuujk
Como bien sabemos, el trabajo del hogar, desde tiempos remotos, se ha asociado con “cosa de mujeres”. Se dice que nosotras nacemos con ese don del quehacer, por esta razón se ve tan normal que las mujeres hagan las labores en su casa.
Pueblo tsotsil
La demanda de los compañeros y las compañeras zapatistas sobre el trabajo es muy buena propuesta, sobre todo en las grandes y pequeñas ciudades, para quienes tienen conocimientos académicos.
Pueblo mazahua
Mi nombre es Magdalena García Durán, del pueblo jñatrjo, conocido como mazahua. Soy originaria de San Antonio Pueblo Nuevo, municipio de San Felipe del Progreso, en el Estado de México y, desde 1957, resido en la Ciudad de México. Aquí crecí.
Pueblo nahua
Trabajo es el tema propuesto y he querido retratar el tianquizco. El tianquizco era un espacio de intercambio y verbena; en mi pueblo y sus alrededores existían muchos de estos mercados en los que todos los productores podían salir a vender e intercambiar sus productos.
Pueblo zapoteco
“¿Van a comprar tortillas?”. El hilo de mi voz entraba a los corredores y a los patios de las casas de los pescadores. Vender las tortillas que hacía mi abuela era empezar con el rocío de la madrugada, mientras el maíz hervía xpoco xpoco en la lumbre.