Imagen: A. Sasil Sánchez Chan

Por A. Sasil Sánchez Chan

Uno de los eventos más importantes en la vida de los seres humanos, probablemente, es aprender a caminar; es de los primeros sucesos en los que se puede afirmar que comenzamos a ser independientes como individuos. Ir y venir de un lugar a otro, al tiempo que a nuestro ser le plazca, con caídas, con tropiezos o con algún tipo de apoyo, al final, la idea es esa: la independencia. Pasé un rato pensando, tratando de definirla desde diferentes ángulos y con diferentes aspectos, pero me parece que puedo definirla como aquello que circunscribe a la autonomía y al poder: el poder de la mente y el cuerpo de mandar indicaciones para mover los músculos y así dar pasos que nos lleven de un lugar a otro siendo autónomos. 

            Por otro lado, pensar en quiénes logran ese estado de independencia me hace pensar en la cantidad de factores conjugados que se necesitan para ello, algunos podrían ser físicos, motrices, neuronales y otros externos como el apoyo en la etapa del aprendizaje motriz, un buen desarrollo prenatal, por mencionar algunos. Eso me lleva a cuestionar: una persona en silla de ruedas ¿es alguien independiente? Pareciera que la disyuntiva está en la capacidad de hacer aquello que ha sido estipulado y legalizado como independiente pero son las personas, que viven bajo esa condición, quienes crean mecanismos que le permiten llevar su vida, de acuerdo con su realidad, sus recursos y su contexto; es decir, de manera independiente, aún cuando existan ojos que no las miren así. 

            Refiero a esta situación como un paralelismo con las mujeres indígenas pues, a mayor diferencia entre lo definido como normal o habitual, mayor negación y/o deslegitimación; sin embargo, esto no significa que cada individuo o comunidad, forme, conforme y defina su propia identidad al grado de ser independientes, pues tal afirmación contiene características que, me parece, amplían la definición misma de esta palabra. 

            Antes de seguir, dejo en la mesa el comentario de que hablo desde la experiencia de haber nacido en el maaya kaaj -pueblo maya-, en un territorio que incluso, de acuerdo con los sucesos históricos, se declaró independiente en 1841, alegando el pleno uso de su soberanía frente al descontento político que imperaba en ese entonces. Todo esto me lleva a reflexionar que, probablemente, basta asumir la identidad y autonomía para considerarse independiente. Sin embargo, hablar de independencia, como mujer maya y como pueblo, desde la perspectiva del Estado, me remite a recordar esta palabra como una unidad universal, en donde se cancelan las otras formas de ser independiente. Pareciera que el suceso del 15 de septiembre, al lograr la Independencia de México, provocó que adoptáramos el nacionalismo que automáticamente nos despojó de lo que somos, incluso antes de su legitimidad como nación. 

            Po otro lado, encuentro otras formas de definir la independencia, a través de mujeres indígenas que plantean un sistema robusto, definido y autónomo,  tanto, que quedan al margen de lo epistemológicamente aceptado y legitimado y es que, cómo no definir la independencia desde lo que las mujeres indígenas hemos planteado: el cuerpo, la vestimenta, el idioma, las prácticas, los saberes, los sistemas comunitarios, la autoridad comunal, la comunicación, etcétera. Pensar en que recientemente se cumplieron los 500 años de la resistencia indígena y mirar el panorama me hace afirmar esta visión, pese al despojo que eso ha representado, aunado a la opresión, el capitalismo y la colonización. 

            Como mujer maya, transeúnte en esta selva humana, considero ser independiente de otras mujeres y, a su vez, la mazorca de una milpa de una misma especie, que comparte la tierra con otras especies más. Esto no apunta a estar en contra de ellas, sino todo lo contrario, abona a la construcción de una realidad diversa, que se pueda mirar y concebir desde diferentes realidades. 

            Creo que es imperante, hablando en términos de la palabra misma, independizarnos del Estado que ha hecho dependiente nuestra identidad a sus definiciones y legitimaciones. Mirar la independencia desde la pluralidad, como una forma de reconocer la identidad de las mujeres, pues hay algunas que, además de ser mujeres, planteamos ante el sistema una identidad que queda fuera de lo establecido: un feminismo independiente, un sistema agrícola y territorial independiente, un territorio corporal independiente, estilos y vestimentas independientes, regímenes comunales independientes, vías de comunicación independientes, en fin, sistemas independientes que comparten otras formas de mirarnos y aceptarnos desde las diversidades que representamos.

Retrato de la autora: Archivo personal

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A. Sasil Sánchez Chan
Pueblo maya

A. Sasil Sánchez Chan

Escritora originaria de Xaya, Tekax, Yucatán. Es hablante del mayat’aan o maya yucateco. Escribe poesía y es comunicadora en lengua originaria. Forma parte del colectivo Yúuyum, hace radio por internet y es editora de K’iintsil dentro del periódico La Jornada Maya. Estudió Lingüística y Cultura Maya además de Creación Literaria en lengua maya.