Imagen: Esperanza González

Por Esperanza González

Nunca se imaginó que su voz pudiera escucharse en un equipo de radio y que ella misma se escuchara, le daba pena y emoción, sus nietos llegaban alegres a decirle “mamá Melita, estás en la radio”; sus cuñadas y sus hijas sonreían, una risa escondida pero llena de explosión, era mágico el momento familiar, creo que es ahí donde descubrí el valor de la radio comunitaria, cuando logra conectar emociones con la vida cotidiana, cuando se pone al servicio de la sociedad y promueve las relaciones armoniosas entres los miembros de una comunidad, cuando recupera los conocimientos, cuando impulsa una relación de respeto con la madre tierra. Melita hablaba del cuidado del maíz, de ese grano que nos alimenta y que ella cuidaba con recelo y así lo compartió con el pueblo, con otros pueblos.

En la temporada de cosecha y limpia de mazorcas, grabé a mi tía abuela desgranando maíz y comencé a preguntarle cómo cuidaba su maíz, ella me lo contó en ayuuk, en el ayuuk del bajo mixe en Mokaaynyëë; me dijo que la semilla era sagrada, que se tenía que ir separando mazorca por mazorca, se le hablaba, se le daba la bienvenida a la casa, se le recibía con alegría y por eso debía de levantarse y no pisarse. Ellas iban a ser el alimento de la familia, lo nutriría y daría fuerza para seguir trabajando. La limpia de las mazorcas duraba días, a veces semanas, dependiendo de la cantidad cosechada, pero se tenían que dar prisa a recoger antes de que cayera la primera lluvia de mayo o las plagas como el gorgojo. Iban contra reloj, después de todo el trabajo en el campo, seguía el trabajo de las mujeres en seleccionar cada mazorca, separar con delicadeza las semillas que volverían a la tierra para ser germinadas, otras que serían alimento de los animales de traspatio y finalmente las que se usarían hasta que llegará la siguiente cosecha. Es un trabajo pesado, muchas mujeres se levantan a las 2 o 3 de la mañana, dicen ellas que para que el ahuate no les pese cuando salga el sol, así que tienen que ser rápidas pero cuidadosas de que no se les pase una semilla dañada porque esa puede contaminar a las demás.

En medio de ese trabajo, entre el ahuate, las hormigas y el calor insoportable de la primavera, me acerqué a tía Melita, platicamos mientras ella seguía seleccionando su maíz. Con su testimonio reunido (lo escuché una y otra vez), construí una cápsula radiofónica, la intención era hablar del maíz y su importancia en la vida de los pueblos ayuuk, mandé la cápsula a la Radio Comunitaria Ayuuk que estaba en la cabecera municipal y pronto empezamos a escuchar que ya lo transmitían.

Recuperar el sonido de la cotidianidad de la comunidad fue, digamos que sorprendente para quien lo escucha en la radio; cuando mi tía abuela se escuchó hasta lloró de la emoción y lloraba porque a veces nuestra cotidianidad pasa desapercibida; en la radio comercial, se escucha de todo menos lo que piensa la gente, lo que siente y lo que hace. Es una actividad simple, es la vida cotidiana, y pareciera que es una tarea diaria la que se hace con el maíz, pero escucharlo en un aparato le infunde otro valor, le da otro significado. Es nuestro derecho escuchar nuestras propias historias, hacer uso de eso que se llama derecho, ése es nuestro primer acercamiento a la información.

Otras historias comenzaron a salir alrededor de ese relato que Melita compartió y desde ahí descubrí que contar historias nos ayuda a conectarnos con otras y con otros, nos permite expresar nuestra vivencia. Ejercemos nuestro derecho que tenemos mujeres y hombres a expresarnos en nuestra lengua, a usar un medio propio, nuestra oralidad.

Y desde ese ejemplo, pienso que ha sido fundamental el papel que se ha hecho en los medios de comunicación comunitaria, esta experiencia cotidiana marcó la vida de muchas mujeres, de ahí aprendí que las mujeres estamos en la agenda y toca defender lo que pensamos y sentimos, porque hemos estado en medio de un sistema capitalista y patriarcal que nos tiene hundidas y no nos permite salir de ahí.

Desde mi propia raíz ayuuk, la oralidad y la memoria acompañan el día a día, se van tejiendo en colectivo, la voz no se queda en lo individual, se comparte, son todas esas voces que hacen un mismo sonar; ése es un principio del derecho a la información que universalmente tenemos y ejercemos cotidianamente.

Retrato de la autora: Archivo personal

1 comentarios

  1. Antonia González Espinosa

    Contar historias, nuestras historias son la base para continuar la deconstrucción.
    Un texto maravilloso.
    Tienen o han pensado compartirlo los audios en español?
    Abrazos.

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Esperanza González
Pueblo mixe

Esperanza González

Mujer ayuuk, originaria de Mokaaynyëë, municipio de San Juan Guichicovi, Oaxaca. Es radialista y comunicadora independiente. Es licenciada en Comunicación para el Desarrollo Social por el Instituto Superior Intercultural Ayuuk y tiene la maestría en Comunicación y Cambio Social por la Universidad Iberoamericana Puebla. Su trabajo se ha centrado en los estudios de género, en la identidad, la cultura, la comunicación comunitaria y las radios comunitarias.