Imagen: Aída Naxhielly Espíndola Villanueva

Por Aída Naxhielly Espíndola Villanueva

«Independencia.
1. Cualidad de independiente.

2. Condición del territorio que no depende políticamente de otro.»

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Hace varios años, mi hermana mayor decidió estudiar en la gran ciudad. Antes de cumplir 15 años y sin saberlo, esa idea suya determinó gran parte de nuestra futura vida como familia.

Tras aprobar el examen de admisión, se movió a la ciudad sin nadie de la familia nuclear. Y un año después, a mí me tocó decidir qué hacer: seguir ese mismo camino o no. Recuerdo muy bien la conversación que tuvieron mamá y papá conmigo. Sus palabras fueron claras: “es lo que  quieras, si no quieres ir no pasa nada, nadiete puede obligar”.

Meses después estaba en proceso de mudarme. Mi mamá decidió entonces que, al tener a dos de sus tres hijas en la ciudad, lo mejor era estar todas juntas. Así fue como durante varios años fuimos las cuatro contra el mundo hasta que cada una eligió construir su propio camino, tal cual nos habían enseñado.

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Mis abuelos paternos también tuvieron tres hijas. Hace no mucho, conversando con dos de ellas sobre relaciones de pareja y lo que han aprendido, la mayor me habló de la importancia que tiene la independencia económica para las mujeres: para ella, manejar su dinero y juntar ahorros propios le ha permitido no depender de su pareja y tener la seguridad de que estará bien incluso si se llegaran a separar. Me dijo que eso es algo que todas necesitamos saber, que no lo olvidara.

Recordé entonces que hace muchos años, ella misma le preguntó a mi abuela si creía que debía casarse con su pareja, la misma con la que sigue hasta hoy y mi abuela le contestó que esa decisión no le correspondía ni aunque fuera su madre y que no debía hacerlo como si se lo debiera. Esto porque, contrario a la idea tradicional, no era su gran propósito ver casada a su hija sino saberla feliz con la vida que eligiera. Esa historia es una de mis favoritas porque siempre me hace pensar que la independencia es algo que también se hereda. 

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Si acordamos, como sostienen las compañeras feministas comunitarias, que el cuerpo es el primer territorio que habitamos y que el de las mujeres se encuentra especialmente en constantes disputas frente a sistemas violentos, entonces la independencia la podemos (y debemos) pensar en varios niveles y no sólo sobre las unidades espaciales geográficas.

Así, independencia no sólo es que los diferentes pueblos originarios puedan elegir autónomamente la manera en que se gestionan, sino también que mis hermanas se muden por sí mismas a otros lugares, lo que además es un acto de valentía en medio de un mundo que nos quiere ver con miedo. Independencia es que no haya imposiciones externas de proyectos sobre los territorios de las comunidades, así como también que mi tía, aun con años de vida en pareja, haya elegido no casarse, lo que igual es un acto de rebeldía ante un sistema que nos dice que ese es nuestro destino y obligación.

Desde la elección de nombrarnos (o no) como feministas, pasando por el poder construir estructuras colectivas autónomas y hasta tener la posibilidad de elegir qué estudiar, a quién amar y si queremos maternar, todo eso es inminentemente político porque nos atraviesa el cuerpo y, por lo tanto, también se trata de ejercer y defender ahí nuestra libertad. La independencia no se trata únicamente de no estar bajo el control del Estado.

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He crecido entre mujeres que, aunque no lo dicen con esas palabras, sí han desafiado de distintas formas lo impuesto. Me han enseñado con su propia vida como ejemplo lo que es ser independiente, incluso si para ellas no siempre ha sido fácil. Con sus decisiones como enseñanzas, han ido despejando el camino que hoy mis hermanas y primas caminamos. Como ellas, muchas mujeres en diferentes comunidades han hecho lo mismo para otras, articulándose para defender la dignidad de sus vidas.

No dependeremos de nadie… pero sí nos sostenemos del amor que nos tenemos y heredamos unas a otras y eso también es político, porque el apoyo que mi abuela ha dado a nuestras decisiones continúa en el respaldo que nos damos entre hermanas, tías, primas, sobrinas, cuñadas, madres e hijas. En algún momento todas hemos necesitado que alguien más nos ayude a reafirmar nuestra libertad y ahí han estado otras acompañando.

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Criar a las niñas y mujeres en la certeza de que podemos elegir qué hacer y ser, puede ser un asunto complicado. Oponerse a las narrativas patriarcales que todavía permean en muchos espacios (familias y algunos pueblos de origen incluidos), no siempre es bien visto. Se trata, a fin de cuentas, de desafiar la construcción histórica de un mundo que, además, está sostenido por la dureza del colonialismo y  del capitalismo, pero por eso mismo es necesario, urgente, insistir en que la lucha que construye la autonomía comunitaria debe incluir la de las mujeres a plenitud. También es nuestra la independencia.

Retrato de la autora: Archivo personal

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Aída Naxhielly Espíndola Villanueva
Pueblo mixteco

Aída Naxhielly Espíndola Villanueva

Joven mixteca que sigue los pasos de su pueblo migrante. Escritora y tallerista, es parte del Colectivo Juvenil Intercultural “Nuestras Voces” y egresada de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Ha sido invitada a diversos espacios para hablar sobre sus temas de interés como el racismo, la adscripción indígena, interculturalidad crítica y participación política de las mujeres indígenas. Además, construye junto a su familia alternativas para contribuir a la revitalización del mixteco.