Imagen: Archivo personal

Por Zaira Alhelí Hipólito López

Mi nombre es Zaira, pertenezco a una familia xidza,[1] cuyo apodo ancestral es Gixi, campesinos dedicados a la siembra de maíz, frijol y café. He de decir que fui la primera de mi familia en terminar la universidad y acceder a una maestría. Este logro familiar produjo que mi abuela, madre y tías cocinaran exclusivamente para mí, aunque la nostalgia me invade, no me siento tan orgullosa, porque constituye un reflejo fiel de la desigualdad histórica y estructural para personas indígenas como yo.

            He trabajado por varios años el tema de la participación política con mujeres indígenas, particularmente en la región xidza; diseñé, ejecuté y evalúe proyectos dirigidos a mujeres, a jóvenes y a niñas y niños. Recuerdo con mucho cariño el proyecto de asambleas infantiles y juveniles que arrancó en 2011, reaprehendí mucho sobre autonomía, gzun[2] y chhinlowi[3] como trabajo compartido; reflexionamos y redistribuimos el trabajo entre sexos, pintamos, fotografiamos, cantamos, recorrimos nuestros cerros y recordamos nuestra lengua.

            Hace un año me nombraron Consejera Electoral del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca, una sorpresa para mi familia, amigas/os y para mí misma; ninguna de las personas cercanas a mí afectivamente entiende qué hago, pero aprecio que aún me estimen, acompañen y aconsejen. Aterrizar en uno de estos espacios, para una mujer “abiertamente” zapoteca xidza, tiene implicaciones políticas, ideológicas y raciales, ahora comprendo perfectamente a los intérpretes serranos del siglo XVI, XVII y XVIII que, actuando como mediadores e intermediarios, resistieron a la centralización política y la homogenización de la identidad indígena a través de la gestión cultural y la negociación política. Para nada me comparo con ellos, pero aprendo, comprendo y me inspiro.

            Me encuentro en una esfera en donde las identidades menos privilegiadas tienden a borrarse por completo, o bien, ser usadas como dispositivo político, estrategias para posiciones individuales, apropiaciones discursivas, etc. Por mi parte, intento replicar lo que aprendí en el movimiento de mujeres indígenas: resistir, defender, construir, transformar y dialogar; lo que absorbí de las comunidades: practicidad, autonomía y el tan trascendente pacto comunal, que, dicho sea de paso, nos ha permitido sobrevivir aún con nuestras tan vilipendiadas diferencias; mientras que, de la formación escolar, me he servido de la disciplina, la metodología y el trabajo individual.

            No soy ingenua, los cambios no se desarrollan únicamente porque la agenda nos importe, porque somos mujeres o porque somos indígenas y/o afromexicanos. Quienes ocuparon estos espacios previamente necesitaron del silencio para sobrevivir, de la negación para escalar y de la colaboración para permanecer. Las nuevas generaciones debemos ser conscientes de que, sin las herramientas formales, sin las estrategias de pacto colectivo y sin una amplia red de apoyo y soporte comunitario, no podremos transformar las lógicas formalistas, occidentales e individuales, ni establecer nuevos contratos sociales que dignifiquen las luchas y demandas de nuestras ancestras/os.

Mis recomendaciones para quienes trabajamos en una institución de Estado en un cargo medio o superior y además pertenecemos a una comunidad indígena son las siguientes:

  1. No opinemos, decidamos o intervengamos en/o sobre nuestras comunidades, siempre corremos el riesgo de no volver a celebrar y convivir con nuestros paisanos en las fiestas comunitarias. Además, recordemos que no únicamente rendimos cuentas a instancias gubernamentales, también a las poblaciones cuya demanda es nuestra agenda.
  2. Las decisiones, jurídicas o no, siempre tienen consecuencias e impacto socio político en las comunidades, poblaciones y/o instituciones políticas y debemos asumirlas con mayor seriedad, compromiso y responsabilidad.
  3. Jamás avergonzarnos de cómo nos vestimos, hablamos y comportamos, si optamos por mimetizarnos, guardar silencio y ocultar nuestras identidades comunales, ese pequeño privilegio temporal no contribuirá en nada a modificar las dinámicas relacionales.
  4. Perder el miedo a vivirnos como personas racializadas requiere de herramientas, pero, sobre todo, valentía para nombrar con responsabilidad el perfilamiento cotidiano del que somos objeto. Establecer conversaciones incómodas, deslegitimar discursos, gestionar limites e irrumpir en el espacio blanco-mestizo sí contribuye a reconfigurar las relaciones primarias.
  5. Realicemos ponderaciones, si no estamos dispuestas/os a escuchar, entender y comprender las lógicas colectivas vs las individuales, entonces preguntemos, informémonos, pero no prejuzguemos, la empatía por sí misma, no es suficiente para transformar el ejercicio del poder.

He puesto en práctica cada una de las sugerencias planteadas, ha sido necesario asumirme en los márgenes para que en mi nuevo papel como Consejera pueda contribuir en promover las candidaturas independientes indígenas y afromexicanas, las acciones afirmativas para población indígena y afromexicana para diputaciones y concejalías, las interpretaciones simultáneas al mixteco y al zapoteco de dos sesiones solemnes en las elecciones de 2020-2021; el desglose de datos para el reconocimiento de hablantes de lenguas indígenas y de la autoadscripción indígena y afromexicana en el registro y designación de personas que integran los Consejos distritales y municipales, la creación del lineamiento para la prevención, atención y sanción del hostigamiento sexual y laboral en el instituto, con perspectiva intercultural y de género, entre otras iniciativas en desarrollo.

            Definirme como xidza al interior de las estructuras del Estado me ha permitido distinguir el discurso de la práctica, que el trabajo deja más que los reflectores; que el prestigio y la autoridad colectivas, aunque sean nimios, son andamiajes éticos y responsables frente al protagonismo y ejercicio individual del poder. Cuando consideré renunciar, llamé a una hermana sabia que me dijo: “Zaira, piensa en nuestras ancestras, imagina lo que vivieron y resistieron”, esta frase resuena en mi memoria para hacerme fuerte y creer que lo que hago sirve en algo al bien común, porque como dice un paisano que diría mi abuelo “kie nhanha ksëlathulí skuel (para eso te mandamos a la escuela)”. Espero contribuir a repensar las formas de organización política, los entramados comunales y el pluralismo jurídico, conservar mi pequeño prestigio, pero, ante todo, deseo no decepcionar y continuar recibiendo con madurez las críticas durante mi encargo.


[1] Auto denominación de una variante lingüística del zapoteco de la Sierra Norte y que describe una microrregión geográfica.

[2] Gozona, Guelaguetza, intercambio y reciprocidad.

[3] Tequio o faena

Retrato de la autora: Ndobxiaj

1 comentarios

  1. Considero genial cómo toma importancia no olvidar de dónde venimos como bien lo dice Zaira: “no olvidemos que las dinámicas de nuestros pueblos se encuentran antes de las dinámicas estatales (o como yo entiendo de ella: de las que quieren regir el proceder de unx que lucha)”.
    Gracias por este texto.
    Francamente me invita a reflexionar.

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Zaira Alhelí Hipólito López
Pueblo zapoteco

Zaira Alhelí Hipólito López

Zapoteca xidza de la Sierra Norte de Oaxaca. Hablo, leo y escribo zapoteco. Activista en procesos organizativos con mujeres, jóvenes, niñas y niños indígenas. Apasionada de la historia de las mujeres con registro en los documentos virreinales en zapoteco y español, particularmente en tema de dotes, donas, arras y esponsales en los acuerdos matrimoniales de mujeres zapotecas y españolas. Co-creadora del corto animado “Irene después de los 26” y “La vocera”. La participación política de las mujeres indígenas implica todos los días un gran viaje personal y profesional. Actualmente Consejera Electoral en el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca.