Imagen: Melesio Lezama Martínez

Por Lucía Lezama Tejada

Me pregunto ¿cuántas veces las mujeres han escuchado estas palabras, de sus padres, esposos e incluso hijos? Soy de una comunidad cuicateca llamada Santos Reyes Pápalo en Oaxaca; en algunas pláticas que he tenido con la gente, se menciona que anteriormente no se tomaba en cuenta la participación de las mujeres, en ningún ámbito, ni en el educativo, ni en el político ni en el ámbito social. Afortunadamente, este hecho ha ido cambiando poco a poco con el paso del tiempo.

            Aproximadamente en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado, las mujeres no tenían voz, no tenían derecho a la educación, se pensaba que eran inútil que estudiaran si las mujeres no lo necesitan porque el que las va a mantener es el esposo; lo que ellas debían hacer es aprender a moler, a quebrar el nixtamal y a hacer los quehaceres del hogar. Los padres casaban a sus hijas con el hombre que creían que les convenía, ellas no tenían derecho de elegir a su pareja, en esos tiempos las mujeres eran maltratadas por los hombres y no tenían derecho a defenderse ni a quejarse.

            En una ocasión le pregunté a mis abuelos por qué en sus documentos importantes como es el caso de sus actas de nacimiento sólo llevaban el apellido del padre; me sorprendió mucho la respuesta, decían que el apellido de las madres no eran considerados como algo importante, el que tenía validez era el apellido del hombre.

            De acuerdo con mi experiencia personal, voy a contar lo que a mí me tocó vivir en los años 90 del siglo anterior. En la familia éramos dos hijos, yo, la mayor y un hermano menor. Yo siempre estaba en casa, ayudaba a mamá en los quehaceres del hogar, iba a la escuela y de la escuela regresaba casa, no me permitían salir a jugar. Por contraste, mi hermano sí podía salir a divertirse con sus amigos sólo por ser hombre mientras yo tenía que ir acompañada hasta para ir al mandado. A mí no me gustaba esta situación. Cuando egresé de la secundaria, me propuse continuar con mis estudios pues no quería vivir todo lo que veía a mi alrededor, no quería casarme chica ni ser maltratada. Mis padres me apoyaron en mi decisión, salí de la comunidad y ahora me siento orgullosa de haber sido de las primeras mujeres de mi comunidad en tener una carrera universitaria.

            A partir del año 2000, poco a poco se fueron viendo algunos cambios en la comunidad. Las mujeres ya comenzaban a asistir a las asambleas, comenzaban a desempeñar algunos cargos pequeños, ya era posible ver a algunas niñas y adolescentes jugando y practicando algún deporte. Atribuyo estos cambios al hecho de que los hombres comenzaron a emigrar a las grandes ciudades para trabajar y otros comenzaron a emigrar a los Estados Unidos siguiendo el sueño americano; por esta razón dejaron en casa a las mujeres con los hijos y dado que los hombres estaban ausentes, las autoridades comenzaron a tomar en cuenta a las mujeres para los cargos y  a tomar en cuenta su asistencia a las asambleas comunitarias.

            En cuestión del acceso al derecho a la educación, se ha visto también un cambio importante. Desde el establecimiento de un plantel del Bachillerato Integral Comunitario en la población, las mujeres han podido integrarse y prueba de ello es que hay una matrícula mayor de mujeres que de hombres e incluso varias han podido continuar con sus estudios superiores.

            En el año 2019, las mujeres ya fueron consideradas para ejercer cargos dentro del cabildo municipal; actualmente tenemos regidoras de salud, regidoras de educación, de ecología, de equidad y género, entre otros. Aún falta mucho por hacer a favor de los derechos de las mujeres en mi comunidad, falta que realmente las mujeres crean en ellas, que se valoren, que se tengan confianza para poder lograr un verdadero empoderamiento y defenderse de cualquier situación de discriminación.

Retrato de la autora: Autorretraro

1 comentarios

  1. José Luis

    Que interesante que los cuestionamientos crean nuevos caminos, especialmente desde las mujeres y para ellas.

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Lucía Lezama Tejada
Pueblo cuicateco

Lucía Lezama Tejada

Originaria de Santos Reyes Pápalo, Oaxaca. Hablo cuicateco y es docente de lengua indígena en un Bachillerato Integral Comunitario. Busca fortalecer y difundir el dibaku de mi comunidad, esto no ha sido una tarea fácil porque aún hay mucha gente que piensa que hablar una lengua indígena es sinónimo de retraso y discriminación. Me siento orgullosa de mis raíces y reafirmo que el hablar dibaku no impide que seamos capaces de lograr nuestros sueños y objetivos.