Por Rosalba Morales Bartolo

Soy una mujer purépecha. Soy hablante de la lengua purépecha y creo que eso es lo más grandioso que me ha ocurrido. Si volviera a nacer, volvería a ser purépecha. Desde mi niñez, sabía que era indígena, que era diferente a los demás y que existía un señalamiento hacia nuestra cultura. Con el tiempo me di cuenta de que en realidad es un orgullo, por eso no hay que negar las raíces.

            El pueblo al que pertenezco ha resistido por cientos de años, por ejemplo, cuando llegaron los españoles no fue tan fácil que nos sobajaran. Yo soy cocinera tradicional y en mi trabajo voy rescatando e innovando platillos que me enseñaron los abuelos. Mi papá me enseñó a pescar, mis abuelos me enseñaron a trabajar en el campo, a sembrar y a cosechar. Para mí, lo más importante es defender el maíz criollo.

            La demanda zapatista sobre la alimentación sigue vigente ya que ahora han comenzado a crear maíces transgénicos; ante esta situación una debe preguntarse ¿qué nos dejaron nuestros ancestros? Maíz, pero maíz criollo, maíz nativo. Hay que seguir cuidando nuestros maíces y volver así a nuestro origen. No podemos dejar que la urbanización nos gane y nos traiga una mala alimentación. ¡Basta! Ya no podemos esperar la respuesta de allá arriba. Propongo aquí algunas acciones.

Volvamos a nuestros traspatios.

Volver a nuestros traspatios es una forma efectiva de recuperar nuestra alimentación. Mi mamá me decía “si siembras milpa y nopal, con eso tienes cuatro ingredientes de nuestros ancestros y ya con eso puedes sobrevivir”,  de la siembra nos alimentamos y de ahí mismo también podemos curarnos el cuerpo; si tienes un cólico o algún molestar, en la siembra vas a encontrar también hierbas medicinales. Si sembramos, la alimentación depende de nosotros.

Sembrar y compartir en red.

Yo consumo los productos de mis vecinos, con ellos hacemos una red en mi propia comunidad pues todos tenemos nuestras siembras. Si no tienes tierra o parcela donde sembrar, puedes comenzar sembrando en macetas, ahí puedes cultivar hierbabuena o cualquier plantita y así poco a poco tendrás cultivos más variados.

Maestros del campo

Si hay maestros de historia, de leyes y de muchos otros temas, ¿por qué no tenemos maestros del campo? Hay que enseñarnos mutuamente a sembrar plantas y árboles para poder alimentarnos. Hay que comenzar con los niños en las escuelas y enseñarles que sólo cuando tengamos nuestra alimentación en nuestras manos, podremos tener resuelta la alimentación y la autonomía de nuestros pueblos.

Iarhata jatsiakukta

Asïpitarakuecha

ma kilu iarhata kurucha

ma irhakua ts’urupsï sesku janari

tanimu irhakua jitomati

ma sïni arhujtakata ajusï

ma xarhindikua sapirati kulantru

ma irhakua k’auasi chipo

Tsimani pare xarhipiti

tanimu litru itsi

eska xani p’iaraka itukua

Na untani

Itsï puruatanasïndi kasuila jimbo ka uekamanasïndi iamendu asïpitarakuecha tseputsi undurhikata, iarhatajtu kundamanasïndi ka itukua, puruantasïndi churhipuemba ka jurajkutani eska k’arhinguntaaka.

         Jatsiakukurhimasíndi ichuskuta jimbani jinoni sani k’auasï tsepundurhikata ka lima xarhipiti.

Tacos de Iarhata

Ingredientes

1 kg de hueva de pescado

1 cebolla mediana

2 jitomates

1 diente ajo

1 ramita de cilantro

1 de chile Perón

3 litros de agua

1 xoconostle

sal al gusto

Procedimiento El agua se pone a hervir en una cazuela con los ingredientes ya previamente picados, la hueva y la sal. Se deja en la lumbre hasta que el agua se consuma. Se sirve en taquitos con tortillas acompañados con salsa y lima agria.

(Si gusta reservar un lugar en la Cocina de Rosalba se puede comunicar al 4433631472)

Retrato de la autora: Archivo personal

Foto: Bernardo Pérez

Por Raquel Diego Díaz

La Tierra-Madre y el Mundo-Padre germinan vida, la vida habla en espiga y en jilote y la humanidad cosecha maíz o huitlacoche: un todo dentro, otorgan el sabor y el saber de la naturaleza viviente, invitan a atar y desatar los nudos para aprender y des-aprehender, multiplican las cosechas en alimentos y con ese lenguaje de vida ofrendan la palabra para caminar y trascender.

            Agradecemos a TZAM-13 semillas por invitarnos a compartir nuestra palabra desde este espacio vivencial que llamamos Moojkkaaky, nombrar un propio andar, mirar los retos y desafíos nos reafirma la vigencia y vitalidad que tiene la sabiduría ancestral de las mujeres y los hombres de maíz, nuestro presente nos dice que en la voluntad de cada uno de nosotros rebosa la magia de la cosmogonía del maíz, memoria pasada y visión de futuro son hoy el alimento presente para el cuerpo y el alma.

            Nuestras madres y padres nos decían que la vida implica abrir camino y transitarlos sería tan sagrado como la vida misma, nos dejaron la memoria en la palabra y el legado en el quehacer para que así las generaciones venideras no olvidemos la tríada vital tierra-trabajo-comunidad. Un alimento milenario nos acompaña en esta ruta, aquel mismo nos alimenta física y espiritualmente: el maíz. Con el maíz nos presentan ante la Naturaleza para ser gente y para hacer pueblo.

            De las entrañas de la tierra germinan nuestros alimentos y, al consumirlos, nutrimos savia y sangre al cuerpo físico y espiritual, al mismo tiempo que aflora la palabra sagrada dedicada a la tierra y a la vida; así vivimos los ciclos en tiempo y espacio, consagrando nuestra fortaleza en memoria y trabajo, generando además cultura desde el ser humano y el ser pueblo.

            Sembrar maíz y domesticar semillas comestibles dio paso al nacimiento de pueblos sedentarios sofisticando así cultura y trabajo, así nacieron los campos de cultivo, así se hormaron las herramientas de trabajo, barro y madera fueron moldeados como utensilios y domar el fuego posibilitó la cocción de los alimentos. El tejido comunitario se volvió urdimbre de aprendizaje permanente, no es casual entonces nombrarnos como mujeres y hombres de maíz.

            En aquellos pueblos de maíz, la ecología humana era menor a la totalidad de la vida natural, su florecimiento era tan sagrado como lo era la palabra que evocaba lo sublime que es la vida, los saberes se gestaban desde los sitios todos en que los humanos forjaban trabajo y sustento, la geografía era sagrada, el parentesco no sólo era lo reducido al humano sino que se extendía a los demás seres vivos, no eran excedentes los trabajos como tampoco excedente puede ser la humanidad hacia la naturaleza; la diversidad sumaba, no restaba.

            En la palabra sagrada también nos advirtieron que si optábamos por caminos contrarios a las leyes de la naturaleza, quebrantaríamos sigilosamente con nuestras propias vidas, así, los utensilios y herramientas volverían contra nosotros como almas feroces dispuestos a devorarnos y comenzaría entonces el autoexterminio; nosotros, en esa desobediencia, lanzaríamos los propios dardos a nuestros hijos y nuestra cobardía humana no tendría fin sino principio para mirar desde nuestros propios ojos y sentir desde nuestros propios corazones la poca consagración hacia la aplicación a la vida.

            En tiempos actuales y a ritmos acelerados, un sistema opresor, voraz y dominante nos ha demostrado la capacidad letal que tiene para aniquilarnos; ¿cuál es el camino nuestro ahora? Los pueblos nativos hemos sido objetos de estudios y objetos estudiables, desde los primeros encuentros agrestes de mundos opuestos sobrevivimos algunos, la evangelización no pudo con aquellos “algunos” que sobrevivieron a la conquista, pero estos hechos fueron mermando la autenticidad y la valentía que los ancestros tuvieron; entonces diseñaron armas biológicas para comernos en vida. Sutilmente abrimos la boca y fuimos triturando poco a poco y dulcemente esos venenos, así debilitamos nuestros cuerpos y almas. Hoy no hay tiempo, ni siquiera para susurrar al oído a nuestros abuelos y abuelas y preguntarles su valentía para no dejarse envolver como cosas obsequiables.   

            Hoy, el dinero no puede pagar el oxígeno que necesitamos respirar ni el agua que necesitamos beber, hoy morimos porque quisimos vivir contrarios a las leyes naturales que rigen la vida toda, hoy el miedo nos congela y nos enmudece, hoy cerramos nuestras bocas para no gritar ¡VIDA!, hoy nos cuesta aceptar que poco a poco fuimos legitimando nuestro propio veneno, pudimos no comer veneno dulce, rico y empaquetado y, sin embargo, desobedecimos. 

            Cuenta la leyenda que somos los jamás vencidos, ¿qué nos significa eso para estos tiempos? Desde siempre esta metáfora nos advirtió que como humanos no debíamos domar a la Naturaleza, toca ahora el tiempo de poda para regenerarnos, toca ahora vivir la abismal diferencia entre medicar un cuerpo y sanar una vida. Una sanación se puede forjar desde los alimentos porque alimentar es amar y amor es el lenguaje de la vida, así como comer es la comunión que condensa lo que sentimos, lo que somos, lo que creamos y compartimos. ¡No hay cocina sin milpa ni milpa sin comunidad, ni comunidad que no fluya al ritmo natural que dicta el tiempo y el espacio!

¿Moojkpäjk uk moojktsïkiny?

Yï et yï nääjxwii’nyït pyïktakpy y’ejxakpy amuum ja tajujky’äjt, yajkpy ja jää’wïn yajkpy ja nïjää’wïn, nyïwääpy nyïwitsypy ja wejïn ja kajïn, nyïyajkpy nyïtukpy ja tuu’nïn ja pëjkïn, kyaamyëjïp y’ukmëjïp ja ni’ipy ja këjy ja moojk ja tëëm. Nayï yï moojk nïtu’uk nïtu’uk xyïkjää’yjäjtëm nääjxwiiny nääjxkijxy, yë’ yïktawïntsë’ëjkïp yïktamëjjää’wïp ja jujky’äjtïn.

            Käjpxpoo’kxïn ëëts nmëëpy nkejxpy ja Tzam ku tnïway tnïwitsy yä’ät käjpxïn matyääjkïn. Tii ëëts npïktakpy n’ejxakpy Moojkkaaky ja wejïn ja kajïn tunkjëp’äm, nïjäwï yë’ ku ka’ tii nyïjyëxknï ku ka’ tii nyïmyaanyï ku amuumjoojt amuumwïnmää’ny tsyëkyïyï jïts nneejpëm nkojëm ja kë’m nëë’ ja kë’m tuu’, mëj jotmay pätp nïxem nïyäm sää ja pujxtë ja käjptë njäjtyïntë nkupejtyïntë nääjxwiiny’apïtsimykïity’äky.

            Jayëm ja mëjjää’y tjanïkäjpxtë tjanïmatyä’äktë ku ajäwï y’amääyï y’atukyï yï jujky’äjtïn, nayïte’n tëë ja’ mëj kajaa ja wejïn kajïn xtamay’äjtyïntë jïts atëm ka’ nyïkkutïkëë’yïntët ja tunk ja pëkk miti’ yïkjujky’ejtp ja amukkï jujky’äjtïn. Ku kää’yïn uujkïnkëjxp jaa atëm ja tajujky’äjt miti’ xwetsy’ejtëm amuumjoojt: ja Moojk. Kuuyïp nmii’nyëm nkaxi’ikxyëm yë’ xyïkjää’yjäjtëm nääjxwiiny nääjkijxy, yë’ yïktawïntsë’ëjkïnkäjpxp ja Et ja Nääjxwiiny jïts ja jää’y’äjtïn npääjtyëm jujky’äjtïn y’awïnkujky, nayï yï moojk nyïkëjxp’ajtpy ja amukkï jujky’äjtïn pujxkijxy käjpkijxy.

            Yï moojk miti’ atëm nkää’yïntëp n’uujkyïntëp nääjxjëtpy yë’ wyipy nääjxjëtpy yë’ myuxy, jïts yë’ts atëm nni’ijpy’äjtyïntëp, yë’ njujky’äjtïn’äjtyïntëp mää ntamïjää’wa’am ja Yïkjujky’äjtpï, yë’ yïktajujky’äjtp mää ja kää’yïn ja uujkïn tsyëëny, yë’ yïkmïjujky’äjtp mää ja tuu’nïn ja pëjkïn nyaxy japom japom, yë’ yïkyoxp ku ja Yïkjujky’äjtpï yïkkäjpxpëë’kxy yïkkajxä’äky ku tnïyaky ku tnïtuky ja tajujky’äjt miti’ xyïkjää’yjäjtëm miti’ xyïkkäjpjäjtëm.

            Moojknyïkëjxp yï käjpjää’y’äjtïn ojts wyipy myuxy, yë’ nyïtujk ja myïjawyeen neejpïn kojïn miti’ ja jää’y ojts wyïnmää’nymyë’ëyïyïtë ku twïn’ïxä’äktët ja tyuny ja pyiky, jate’n kyaxë’ëk’ukwää’n ja käm ja nääjx, ja këpëk ja tunpajt, ja akëë’ii’ny ja atuu’n’ii’ny, ja jëntunk ja jëntonk, ja kämtunk ja tëjktunk. Jate’n ojts xyïmumy ja wïnmää’ny jïts ku kyë’ët kyojt ja kää’yïn ja uujkïn. Jujky’äjtïnkëjxp tsyo’ojnjë’ëjk tsyoo’ntääjk yï amukkïtuu’nïn yï amukkïkäjpxïn. Jïts ïxäämpäät wä’äts nïjäwï y’itynyëm ku jyujky’ättë ja moojkjää’ytë.

            Jate’n y’uk mee’n y’uk pajt ja myïjawyeen pujxtë käjptë pën ojts tkutyuntë yï Et yï Nääjx ja y’ääw ja y’ayuujk, tum wejtääjk tum kajtääjk ijty yï jujky’äjtïn, mëj kajaa ijty ja nïjää’wïn, ejxkapy ejxany ijty yï Et yï Nääjx, mïku’uk ijty yï ujtstë yï jïyujktë, a’ekjxï ajäwï ijty ja tuu’nïn käjpxïn nyaxy, mëj’äjtïn ijty yïkjäwï ku tïkatsyjaty ja pujxtë käjptë jyujky’ättë ka’ ja’ ijty tsyepwïnmää’nyë ka’ ja tïkatsy’äjtïn ijty ttijy tuu’tujkïn.

            Nëmtëp ja majää’ytyëjk ja y’ääw ja y’ayuujk kuujïk nkajää’kyukkïkyïtääjkëm sää yï Et sää yï Nääjx nyëë’yë’ëy tyuu’yë’ëy jä’tptsïk ja et ja xëëw mää ja nkë’m pïktä’äky xnïpïtë’ëjkëm x’ejxmä’äjtëm xjää’ymyä’äjtëm jïts jïnëkx jïnëkx kyakëxt kyawä’ätst ja mää’yïn ja täjïn. Jate’n ts ja näjkykyutïkëyï ojts tsyoo’ntä’äky jaa’et ku ja pëk’ayojkïn wïnmää’y ojts myëjtä’äky mää yï meeny jïnkääp y’ana’mnï, ïxäämpäät ja’ yïkmïjujky’äjtp ja’apï ayoo’n wïnmää’ny. Nënp ja ayuujk ku tëë tyïkätskëxnï ku tëë namyïwejtsïtyïkyëjxïnï ja jujky’äjtïn käjpjkijxy, jate’n tyunyï jyatyï nääjxwiiny’apïtsimy, ja kutïkëë’yïn wïnmää’ny ïxäm mëjtäknïp.

            Ïxä’ätpï et ïxä’ätpï xëëw apïtsimy ja nääjxwii’nyït jää’y xpääjtyëm x’ijxyëm mëj kajaa ja mää’yïn ja täjïn, tii nëë’ tii tuu’ npëjkëm jïts mëjk nwïntanää’yëm jïts mëjk nkupojkëm amuum ja jujky’äjtïn. Jekyëp ja ayuujk jää’y pujxtë käjptë ïxpëjkpajt nyïk’ijxyïntë nyïkjää’wa’antë, jaayïp ku ojts nawyantuu’nïnkëjxp ka’ nyïkmïmajatääjkyïntë, jaayïp ku ojts mïpëjkïnkëjxp ka’ tu’ukyï npapijkyïntë, wïnets ts ojts jii’kxykyëjxp ja ta’o’ojk tpïktä’äktë pä’äk jëktsy jïts atsä’äy. Jaayïp ojts y’amutskï yï ääw joojt yï ne’kx kojpk. Tii tääy! Ka’ atëm npënna’am jïts mupäät nyïkwïnpejtëm ja et ja xëëw jïts ja ntääk’amëj ja nteety’amëj nyïktëë’ëm sutsoo ja’ ojts tmïtapyäättë jïts ka’ myïmajatä’äkïyïtët ja xetkwïnmää’ny.

            N’ijxyëm nkëë’yëm ïxäm ku ja meeny ja jïnkääp ka’ tpääty jïts ja xejy ja pujxky nkujuu’yëm, ïxäm jotkumonnï ja nmïku’uk nmïnawya’kxya’am pën ja yuuj ja pä’äm pääjtëyïtëp ejxëyïtëp, ïxäm ja tsë’ëkï ja jäwï atsu’ujkyï xyïkmoo’nëm xyïkpe’ejtsëm, ïxäm amënyï nkupijkyëm ja ajuux ja amots, ïxäm kakupikyëm njää’wa’am ku jii’kxyëjxp tëë nyïkwïnjuu’xna’am, enkyë tëë yïktsëyïtë ja ujtstëëm ja ujts’ääy, enkyë atsä’äy amëtsy ja jii’kxy tëë jyä’t’ukwänï, ¡enkyë enkyë pä’äk, jëktsy jïts atsä’äy!.

            Nënp ja ayuujk ¡kamaapyï jää’y atëm!, tii ja’ tyijpy ïxäm, ku ka’ mupäät ja jää’y tjëxt ja Et ja Nääjxwii’nyït ja jyää’wïn, ka’ap ja ja’ ttijy ku atëm nipën xkamïmajatääjkëm, kë’m atëm tëë nkupëk’ukwää’nyëm ja näjkykyutïkëyï, pätp ts ïxäm jïts nkuyja’ajtsëm ja ka’ëywïnmää’ny jïts nyïkxïmuu’mëm jatïkoojk ja jää’wïn mëët ja nïjää’wïn miti’ xjaakyïktsoojkïntëp. Njää’kyukïkyïtääjkëm jatïkoojk tii tyijpy tsëëy jïts tii tyijpy tsoojkïn. Nyïktsajkëm jïts nyïkjääma’am jatïkoojk yï nkää’yïn yï n’uujkïn, nïxem nïyäm nïtu’uk nïtu’uk ja mëj ja mutsk kë’m n’ëytyuu’nëm ja nkää’yïn ja n’uujkïn. A’ejxï ajäwï n’ëytyuu’nëm ja nkaaky ja ntojkx.

Retrato de la autora: Bernardo Pérez

Alimentación

Por Nizayeejh Chávez Chávez

Pueblo zapoteco

Fue el rol de ser mujer en mi pueblo lo que me llevó a la cocina y, con el tiempo, a la necesidad de tomar la alimentación como el acto comunitario más político y elemental, con el que me he mantenido y he visto mantenerse a mi comunidad.

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Foto: Nizayeejh Chávez

Por Nizayeejh Chávez Chávez

Fue el rol de ser mujer en mi pueblo lo que me llevó a la cocina y, con el tiempo, a la necesidad de tomar la alimentación como el acto comunitario más político y elemental, con el que me he mantenido y he visto mantenerse a mi comunidad. Un ejemplo es nuestro caldo de guajolote, que se prepara durante la fiesta del Dulce Nombre de Jesús, y claro, todo empieza en la cocina. Los chagoles, los que van por la leña, lxs que matan guajolote, lxs ayudantes de cocina, todxs lxs que hacen la fiesta se sostienen en la cocina; quien dirija y mantenga el orden ahí, garantizará el éxito de la fiesta. Toda esta cosmovisión que nos rodea, se concentra en la alimentación.

            Mi abuelo cuenta que, cuando era niño, su mamá le daba un caldito hervido: agua, cebolla, epazote, un poco de chile y sal; le dejaba caer una piedra especial, muy caliente, que le daría después un sabor a pollo o gallina, eso era lo más cercano a la carne que podía probar; en ese tiempo la carne era un lujo. Esto despertó mi curiosidad, así que hace unos años recolecté información sobre algunos guisos con las cocineras más importantes de mi pueblo. Desde el caldo arriero (agua al tiempo, cebolla, chile picado, cilandro y tortillas calientes), hasta el amarillo de panal de avispa de tenate. Tía Elvira, una de las cocineras, me dijo: “También nos tomamos la masa. En tiempo de calor preparábamos horchata de masa, con canela, ralladura de limón, fría y bien rica”. Otra Tía comentó “se necesita conocer de varias hierbas y, con lo que tienes a la mano, puedes preparar la comida al muchito”. Las cocineras han podido preparar tantos guisos, muchísimos de ellos lejos de la agroindustria. Todas mencionaron guisos hechos en su mayoría con lo que se cosechaba en el temporal, incluso si era un ingrediente silvestre. Allá se da bien el maíz, el frijol y el garbanzo. Varias familias se mantenían de lo poco que sembraban. Cuando el río Atoyac bajaba, se podía ir a la plaza en Loohana (Villa de Etla), entonces aprovechaban y se surtían de algunos otros alimentos.

            Ha sido tal vez, como en mi caso, la migración a la ciudad o la influencia de las nuevas comidas rápidas que han llegado a los pueblos etecos, lo que ha afectado la alimentación, además, el campo ya no da tantos alimentos. La contaminación extranjera, a través de la alimentación, se ha infiltrado y aumenta gravemente con el consumo de refrescos y comida procesada. El campo ya es menos trabajado, tampoco hay ganado que contribuya a la tierra y lo peor, hay menos agua. El ojo extractivista del capital nos ha puesto en la mira.

            Dicen los juristas que los alimentos no sólo comprenden lo necesario para nutrir el cuerpo humano, también abarcan una serie de elementos indispensables para el desarrollo sano y armónico en el entorno social y económico al que pertenece cada individux, dicen también que la intención del Estado es considerar el entorno social, costumbres y demás particularidades que representa la familia a la que  se pertenece,: “Que se debe proporcionar una vida decorosa, sin lujos, pero suficiente para desenvolverse en un estatus…” (Tesis de Jurisprudencia de La Primera sala J.44/2001).

            Pero no, la realidad es otra, la gran industria alimentaria nos tiene sometidxs e influidxs hasta la sangre, enferman a nuestra gente con sus comidas chatarras, se llevan el agua para que otrxs tomen, la ensucian, perforan nuestra tierra y ella se enoja, nos deja de dar flores, el maíz se contamina y ya no hay nanacate (hongos de temporal). Es claro que el Estado no garantizará nunca una alimentación digna, no pasará mientras los del capital sigan en la impunidad. Para el sistema, el tema de la alimentación se traduce en inversión, poniendo impuestos disfrazados, abasteciendo a la sociedad de comida procesada para que mantenga el engranaje capitalista sin importar que los alimentos sean tóxicos y mortales. El punto es solo comer y producir.

            Un respiro para todo este dolor es la resistencia, la comunidad incluso fuera del territorio. Un ejemplo de esto es la “Comedora Comunitaria Nkä’äymyujkëmë -Comemos todxs juntxs”. En la Comedora gestionamos un espacio autogestivo, feminista, comunitario y trans incluyente en el centro de la ciudad de Oaxaca, en donde la gentrificación es tal que, poder comer saludablemente y pagar poco, resulta complicado. Ahí, nos hemos organizado zapotecas bicicletas, jotas ayuuk ja’ay y otrxs compañerxs disidentes de otros pueblos y de los barrios de la periferia. Entre todxs nos garantizamos nuestro derecho a la alimentación e incluso el derecho a la vida armoniosa.

            Después de un violento desalojo en noviembre de 2020 de integrantes del Tianguis Autogestivo Feminista y Disidente, por parte de Oswaldo García Jarquín, presidente municipal de Oaxaca de Juárez, empezamos a organizarnos entre nosotrxs para gestionar la comida. Posteriormente, ya compartíamos alimentos con la gente que cada sábado acuerpaba dicho Tianguis y también compartíamos con otrxs vendedores ambulantes, personas en situación de calle y otrxs prietxs que pasaban y querían comer.

            Ahora hemos encontrado un espacio, nos seguimos manteniendo de las pepenas, donaciones, talleres, actividades culturales y alimentos que truequeamos y/o vendemos. El objetivo es que todxs comamos. La comunidad se refleja con la colaboración de cada unx, desde las cocineras hasta las personas que lavan su propio plato y mantienen el espacio limpio para que otrx coma, lxs donadores, lxs que nos donan el pan que no se vende o la señora de la verdulería que nos cambia verduras mallugadas por comida. Y así nos sostenemos, porque el derecho a la alimentación digna va más allá de los derechos civiles, la comida es la forma más hermosa de conectar, construir y sobrevivir en un mundo que nos despoja todos los días de lo nuestro. No es fácil, cansa y luego duele, pero definitivamente es una acción que nos protege del poder capitalista y patriarcal, que nos hace resistir, que nos alimenta y lleva el mensaje de que una soberanía alimentaria digna y gestionada entre todxs es mejor. Dijera la Sara Hebe: “siempre a la sombra del barrio”.

Retrato de la autora: Archivo personal