Imagen: Diana Manzo

Por Diana Manzo

Hace medio siglo un hombre robusto y carismático tomó el micrófono y su voz grave se escuchó por primera vez a través del altavoz al que llama “Tocadiscos”, un medio tradicional comunitario que sigue vivo en los pueblos como un derecho a informar y a ejercer la libertad de expresión. Para los antojos, los males y las bondades, el tocadisco está vivo. Si una persona perdió un borrego o una gallina llega con Ta Fortino y le cuenta.

“Un borreguito pinto, blanco con negro, se perdió, quien lo haya encontrado y lo entregue tendrá una recompensa”, dice al mencionar el anuncio al que llama “servicio social a la comunidad”. Lo mismo pasa sí alguna persona está extraviada o alguien perdió unos documentos. Todo se cuenta y todo se habla en este medio de comunicación alternativo.

Fortino Villalobos es su nombre y su voz se escucha todos los días para informar a su pueblo de 20 mil habitantes llamado Unión Hidalgo “Guidxi Gubiña” y verlo de cerca y escuchar la habilidad para comunicar e informar es un verdadero arte. De 75 años de edad, todas las mañanas, tardes y noches nos informa sobre lo que acontece en este pueblo ubicado al sur de Oaxaca en el Istmo de Tehuantepec, y lo hace en su lengua materna, el diidxazá (zapoteco). Recuerda que comenzó cuando tenía 25 años. “Ta Miguel Toledo me contrató para hablar en su altavoz, en ese entonces era para llevar música a las fiestas y celebraciones patronales, pero le pedí que lo colocara en mi casa, y así comencé este noble oficio, el de comunicador comunitario”.

“Muy buenos días” “Padiuxi” habla el hombre que, junto con su tocadisco, tiene una historia y una vida que contar y, aunque los años han pasado, su ánimo y su voz no cambia. De acuerdo con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas en su artículo 16, señala que “los pueblos indígenas tienen derecho a establecer sus propios medios de información en sus propios idiomas y a acceder a todos los demás medios de información no indígenas sin discriminación”. Fortino quizá no sepa de leyes ni de normas, pero en lo que coincide es en que los pueblos indígenas tienen derecho a la información, a conocer que pasa en lo local, en lo regional y mundial, pero también lo que sucede con respecto de sus autoridades, en cuanto al uso que hacen de los recursos económicos.

“Los pueblos indígenas somos también personas, y queremos informarnos, por eso nacieron estos altoparlantes, como un medio de comunicación más cercano a la gente, por ejemplo sí alguien está extraviado o perdió algunas pertenencias, hacemos un anuncio y el pueblo se moviliza, la gente coopera y eso solo lo sabemos los que vivimos acá, es como una hermandad, una cooperación, un tequio, una comunalidad”, expresa emocionado don Fortino. Sentado en su silla de madera al interior de su casa, cuenta los orígenes de este medio de comunicación nombrando a Luis Morales Pascual, Cosme Morales, Rosa Morales y Rosita Vicente, como los impulsores. Señala que después vinieron otras voces como la de su hermano Tomás Villalobos, Ramón Ruiz Alvararo (Juan Turo) y otra veintena de personas que todos los días a su modo, a su estilo y conforme a su pasión disfrutan comunicar por el altavoz a un precio cómodo de 30 pesos por anuncio.

Aunque reconoce que para sus vecinos no ha sido nada sencillo convivir con un altavoz debido a las quejas por el alto volumen, agradece su paciencia durante este medio siglo, durante el cual ha habido cambios, se creó un sindicato de tocadiscos y posteriormente implementaron reglas y horarios para los anuncios. “Tenemos horarios y un reglamento interno, la intención es mejorar la comunicación, que no se pierda y que las audiencias estén informadas; no ha sido nada sencillo, pero entendemos que los altavoces sí están fungiendo como un medio de comunicación local y comunitario”, expresa. Fortino ya es reconocido en Guidxi Gubiña, la gente lo ubica y lo busca para que anuncie sus alimentos, sus bebidas y también los males que atraviesan como un entierro o un velorio.

Si una persona visita Unión Hidalgo, escuchará por el altavoz que llama “tocadiscos”, antes que en cualquier otro medio, anuncios de los antojos tradicionales que preparan las mujeres zapotecas. Por todo esto, recalca que el altavoz debe continuar vivo, porque es la esencia de toda una comunidad y no debe faltar, así como las plantas aromáticas son indispensables a la comida para darles el toque ideal. Fortino dice que, mientras tenga fuerzas y voz, seguirá tomando el micrófono para comunicar todos los días y hablará de los males, de las bondades y de los antojos. “El altoparlante se ha convertido en un medio de comunicación libre y esencial, todavía podemos presumir que, ni las redes sociales ni tampoco la tecnología digital, lo han suplido”, dice con emoción.

Las mujeres, niños, jóvenes y adultos mayores conviven todos los días con este medio de comunicación que lleva resistiendo medio siglo y continuará como lo hacen los pueblos que defienden su territorio, su agua, su bosque y su viento. Describir, narrar y contar sobre la vida y pasión de Fortino, de un hombre sabio, de una persona que soñó en su juventud con ser escritor y lo logró con la publicación de dos libros, es fascinante, por cada palabra que cuenta  y escribe, hay una historia que los mortales llaman vida.

Retrato de la autora: Archivo personal

Quisiera que la radio fuera un centzontli para que todo se escuchara en 400 voces

Por Erika Karina Jiménez Flores (Akire_huauhtli)

Pueblo nahua

El 13 de marzo de 2003, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, en el Capítulo III DE LA DISTRIBUCIÓN, CONCURRENCIA Y COORDINACIÓN DE COMPETENCIAS, Artículo 13, apartado III: “Difundir a través de los medios de comunicación las lenguas indígenas nacionales de la región para promover su uso y desarrollo”.

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Por Erika Karina Jiménez Flores (Akire_huauhtli)

El 13 de marzo de 2003, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, en el Capítulo III DE LA DISTRIBUCIÓN, CONCURRENCIA Y COORDINACIÓN DE COMPETENCIAS, Artículo 13, apartado III: “Difundir a través de los medios de comunicación las lenguas indígenas nacionales de la región para promover su uso y desarrollo”.

Si este apartado se respetara, podríamos tener acceso a programas de radio y televisión en las 68 lenguas indígenas y sus 365 variantes lingüísticas. Vale la pena imaginar estas posibilidades; por ejemplo, imaginar un programa de radio en teneek o quizá en cho’l. ¿Qué tal un noticiero local en la variante lingüística de la región?

Si estos programas existieran, nuestro espectro de escucha sería muy distinto. Además, podríamos conocer las particularidades de cada territorio a partir de las narraciones, las metáforas y el humor.

En el caso del náhuatl, la lengua materna del sur-oriente de la CDMX, sería interesante pensar en algunos relatos lacustres narrados con el sonido ambiental del espacio o quizá escuchar la memoria de territorio en voz de los mayores. Para muchos de nosotros, ya no hubo posibilidad de escuchar a nuestros bisabuelos hablar en esta lengua pues el cambio de vida propició que el español fuera la lengua principal; esto no nos ha detenido y varias personas hemos buscado la forma de recuperar la lengua a través de maestrxs, cursos e intercambios con otrxs nahua-hablantes.

Algo que facilitaría este re-aprendizaje sería contar con lo que la Ley marca, así, de alguna forma aunque no toda la gente asistiera a clases de lengua náhuatl, conocería al menos cómo se escucha y, en el caso de materiales impresos, sabría cómo se escribe en las distintas regiones.

Es por ello que mi creación bordada hace referencia a las múltiples voces del centzontli, porque un mundo en donde podamos escuchar los diversos cantos y tonos sería el que me gustaría habitar y supongo que a muchas personas más.

Retrato de la autora: Archivo personal

Imagen: Juana Inés Albañez Arballo

Por Juana Inés Albañez Arballo

Desde la perspectiva de mi pueblo indígena y en específico desde mi óptica personal como mujer del pueblo Pai pai, aprendí que el concepto que encierra la palabra “paz” se refiere a un estado de bienestar y seguridad, libre de guerras, conflictos y contratiempos. Hablando claramente, la paz es deseada por todos, pero no es tan sencillo lograrla; la paz, en mi tierra indígena, está amenazada por conflictos ancestrales pero existe también la resistencia, la conocemos como la forma de “vivir bien” o en paz. Los conflictos a los que nos enfrentamos siempre están relacionados con la invasión de nuestro territorio, el paternalismo gubernamental que pretende rescatarnos de nuestra situación sin saber nada sobre las formas de organización de los Jaspuy paim Pa Ipai1, quienes vivimos en clanes y en estas estructuras clánicas nos organizamos para realizar diversas actividades dentro de la comunidad; como pueblo originario, buscamos vivir bien y en paz cotidianamente desde cada uno de nuestros Pa Sr’umul T’tor (diversos clanes o familias).

No quiero decir que en nuestro pueblo no existan los conflictos, sí que los hay, pero se arreglan aquí dentro, sin intervención de nadie. El desconocimiento que se tiene sobre nuestras formas de arreglar conflictos se viene arrastrando desde hace décadas y me provoca un gran hastío todo lo que han escrito de nosotros y no le atinan a nada. ¿Cómo es que desde cada clan se trabaja para alcanzar la paz de acuerdo con nuestras propias formas de vivir en nuestro territorio? Lo hacemos como sabemos y nos fue enseñado; aunque las definiciones de quienes nos han investigado siempre han sido imprecisas e incompletas, nosotros respondemos “dándoles por su lado”, como coloquialmente se dice. Desde hace muchas décadas se dice que ya desaparecimos como pueblo originario, que ya no somos y que ya no estamos, que ya no hablamos, que ya no cantamos, que ya no contamos lo que antes se enseñó y aun así seguimos organizándonos en paz para sacar adelante los trabajos dentro de la comunidad que ha permitido sobrevivir a las nuevas generaciones a las que enseñamos que aprecien sus raíces y siempre busquen vivir bien y vivir en paz, aunque a la percepción del mkliay2 sea distinta.

Tal vez el silencio sea parte de la paz y esa desinformación que hay sobre nosotros como pueblo sea mejor para que sigamos fomentando nuestras propias formas de organización y resistencia. Al final, somos una nación dentro de un territorio mexicano, dentro de un país al que no le ha importado realmente hacia dónde va nuestro pueblo y qué nos depara el futuro. En nuestra nación, los usos y costumbres se obedecen y se respeta lo que los ancestros nos han dejado, es una buena forma de hablar de paz o, en nuestro caso, hablar de “vivir bien”. Hemos tomado también cosas del exterior, hemos tratado de tomar las cosas buenas para adaptarlas a nuestras formas de vida y organización; esto se hace aunque vivamos dentro o fuera de la comunidad. Siempre recalcaré que la paz ha estado en cada persona que hace lo que siente y piensa para convivir en comunidad.

Tal vez la palabra paz y su connotación se encuentran en los trabajos de las mujeres y sus vastos conocimientos sobre artesanía, medicina, lengua, oralidad, cuentos, cantos e historias que enseñan a su descendencia; tal vez la paz está en el trabajo que hacen los hombres en el campo o en las ciudades y en el aprecio y cuidado que brindan a sus familias. La paz es vivir bien con la llegada de los tiempos de lluvia y sus beneficios, es conocer el tiempo de cortar de la tierra los frutos que el monte nos regala, paz es la convivencia con respeto y armonía que se ha trabajado desde tiempos ancestrales, donde cada nativo Pa Ipai hace su trabajo y éste es reconocido por la misma comunidad.

El paternalismo con el que por décadas nos han tratado a los pueblos nativos ha impedido que nos conozcan de verdad y que sepan que somos sujetos de derecho, que no necesitamos que alguien externo venga y nos traten como objetos de estudio para después escribir sus percepciones e interpretaciones de manera errónea. Estas personas no pueden decir ni afirmar, desde sus bases colonizadas, cuál sería el mejor método de vivir bien y en paz para nuestros pueblos. Sus ideas sobre el sentido de desarrollo y plenitud son de ellos, no nuestros, ellos no saben que el linaje ancestral de nuestras raíces, hace miles de años, llegó a esta tierra, ¿cómo se hizo entonces para vivir bien? ¿cómo se hizo para vivir en paz? Literalmente, solo quienes lo hemos vivido, lo sabemos.

1 “Los no bautizados” auto adscripción que utilizamos para reconocernos como pueblo originario.

2 Palabra que en nuestra lengua significa “hombre mexicano, que no pertenece a la comunidad”.

Retrato de la autora: Autorretrato