Foto: Noé Pineda. Los Altos de Chiapas, 2017
Por Guadalupe Vázquez Luna
La demanda de los compañeros y las compañeras zapatistas sobre el trabajo es muy buena propuesta, sobre todo en las grandes y pequeñas ciudades, para quienes tienen conocimientos académicos. Yo creo que, si estamos hablando de trabajo asalariado, esta propuesta va más acorde con las personas de estas grandes y pequeñas ciudades ya que son quienes pueden tener trabajos con salarios. Hay población indígena ahí que con esfuerzo logra una carrera aunque muchas veces no consiguen trabajo o consiguen trabajos muy mal pagados. Por esto, se me hace justa la demanda que también es importante para las trabajadoras del hogar, ya que muchas veces, sobre todo los empresarios de la ciudad, van a las comunidades y se llevan muchachas a trabajar en el hogar y, la mayoría de las veces, no se les paga lo justo.
Desde este punto de vista, estoy totalmente de acuerdo con que haya mejores oportunidades de trabajo para todos y todas; no se me hace justo que sólo unas cuantas personas recomendadas sean las que tengan oportunidades de trabajo, eso es lo que ha pasado y sigue pasando: los hijos de los empresarios son los que tienen las mejores oportunidades de trabajo. Es justo que todas las personas que tengan la misma preparación tengan igualmente las mismas oportunidades y el mismo sueldo.
Ahora, si hablamos de lo que beneficia a las comunidades indígenas que trabajan en el campo, a quienes saben labrar, sembrar y cultivar la tierra, a quienes no conocen otra forma de trabajar, la situación es distinta, hay que volver a analizar. Como una mujer indígena que ha hecho su vida en el campo, crecí pensando que el único trabajo que existe es el cultivo de nuestra tierra y me cuestiono a mí misma en qué nos ayuda el trabajo asalariado si nosotras y nosotros nunca hemos tenido un trabajo pagado, hemos trabajado desde siempre y creo que en el campo jamás nos hemos quedado sin trabajo, al menos los pocos que poseen tierras. Para los que no tienen tierras la situación ahí sí está más dura, si lo único que sabes hacer es trabajar el campo y no tienes tierra, ¿en qué trabajarás? Ahí es donde pienso que trabajo y tierra van de la mano, pues si el campesino no tiene tierra, no tiene en qué trabajar, entonces, primero quiero la tierra y después la trabajo. Eso a mí me suena más lógico.
Sin embargo, el campesino no sólo trabaja para su propio consumo, también trabaja para abastecer el mercado en las grandes y pequeñas ciudades aunque, por nuestros productos, nos pagan el precio que ellos quieren y no lo que realmente valen. Esta situación se ve mas reflejada en el costo del café; la mayoría somos productores de café y jamás hemos fijado nosotros el precio de cada kilogramo, siempre han sido los compradores quienes nos han impuesto el precio mientras que los productores nos hemos tenido que conformar ya que no tenemos opción. Eso se me hace muy injusto pues sólo el productor sabe cuánto tiempo invirtió y, por lo tanto, solo él debería decidir cuánto vale su trabajo. Sin embargo, así no son las cosas.
Ahora, ¿qué pasa con las mujeres?, ¿qué papel tenemos? Somos nosotras las más vulneradas, las que trabajamos invisiblemente; nosotras que también trabajamos el campo pero, antes de ir al campo, trabajamos en la cocina para el alimento de los hijos y los maridos. Después de esto, nos vamos a trabajar en el cultivo de maíz, de frijol y al corte de café. Pero ahí no acaba el trabajo, llegando a la casa hay que preparar la comida, limpiar la casa y preparar el nixtamal para el día siguiente. A pesar de esto, hay personas que dicen que las mujeres casi no hacemos nada, que es el hombre el que mantiene el hogar, así nos lo han enseñado y, además de todo, muchas mujeres no tenemos derecho a poseer tierras.
Sin embargo, en estos tiempos, las mujeres hemos cambiado, ahora buscamos también otras oportunidades. Ahora hay mujeres que se dedican a sostener la economía familiar y un medio que han encontrado está en las artesanías y también en el cultivo y venta de frutas y verduras, pero, para cultivar y vender las cosechas, primero necesitamos tener tierras. Aquí surge la doble lucha de las mujeres, ayudamos a todos y todas para que obtengamos el derecho a la tierra y después tenemos que luchar para que, en las mismas comunidades indígenas, nos den a nosotras también el derecho de tener nuestra propia tierra para así poder trabajar y generar nuestra economía.
En relación con todo lo anterior puedo decir que el trabajo es muy importante tanto en la ciudad como en la comunidad. En la ciudad, el trabajo asalariado beneficia a los académicos y también a los no académicos como los trabajadores de la construcción, entre otros; en el campo, teniendo tierra tenemos trabajo y, por lo tanto, alimento para la familia y venta de cosechas que genera una economía local. Ahí es donde está la diferencia, en el campo no ganamos un sueldo, generamos nuestra propia economía y eso también quiere decir que generamos nuestros propios trabajos; por lo tanto, tenemos independencia. Es por todo esto que nos quitan nuestras tierras ya que, teniendo tierras, nos salimos de las garras del capitalismo. Por eso es tan importante no dejar nuestras tierras, nuestras tierras generan trabajo y economía propia.